Espasticidad: qué es, causas, síntomas y tratamiento
La espasticidad es una alteración del tono y de los patrones de movimiento ocasionada por daño a las vías nerviosas del cerebro o de la médula espinal que controlan la contracción y el estiramiento muscular. Se manifiesta con músculos que se tensan de forma sostenida o que presentan contracciones involuntarias, dificultando el movimiento, la coordinación, el habla y la deambulación. Este texto sintetiza qué es la espasticidad, cómo se distingue de la rigidez, qué complicaciones puede generar, cuáles son sus posibles causas y qué opciones de manejo existen, desde enfoques no quirúrgicos hasta intervenciones quirúrgicas, con un enfoque práctico para la toma de decisiones en equipo multidisciplinario.
Qué es la espasticidad
La espasticidad forma parte de un espectro de hipertonía en el que el control de la contracción muscular se altera. En condiciones normales, ciertos músculos se contraen para facilitar movimientos útiles mientras otros se relajan para permitir la amplitud de movimiento; en la espasticidad, esa coordinación se pierde y varios músculos pueden contraerse de forma simultánea o de manera desorganizada. Esto puede generar que movimientos intencionados sean difíciles, que aparezcan espasmos o “trancos” y que se produzcan posturas anómalas. La severidad varía entre individuos: algunas personas sólo perciben una sensación de tensión leve, mientras que en otros la rigidez puede ser dolorosa y limitante, afectando desde la forma de caminar hasta la capacidad de dormir.
- Aumento del tono muscular (hipertonía): es la característica central de la espasticidad y se expresa como mayor resistencia a la elongación de los músculos al intentar mover una articulación.
- Espasmos musculares: contracciones rápidas y/o sostenidas que ocurren sin voluntad y pueden ser dolorosas o incómodas.
- Clonus: secuencia de contracciones musculares rápidas e involuntarias, a menudo percibidas en los tobillos, que puede parecer un temblor o un temblor rítmico.
- cruzamiento involuntario de las piernas: movimientos anómalos que pueden producir que las extremidades se crucen de forma no planificada.
- Pain o malestar: la tensión muscular sostenida puede generar dolor, especialmente al mantener ciertas posturas o durante el esfuerzo.
- Posturas anómalas: la contracción de varios grupos musculares puede provocar alineaciones corporales poco habituales o inadecuadas.
- Contracturas: acortamiento permanente de músculos y tendones que reduce la movilidad y la flexibilidad.
- Deformidades musculoesqueléticas: cambios estructurales que pueden afectar articulaciones, músculos y huesos a lo largo del tiempo.
- Dificultad para realizar actividades diarias: tareas como vestirse, ducharse, comer o bañarse pueden volverse difíciles y requieren asistencia.
- Interrupción del sueño: espasmos o dolor muscular pueden dificultar el descanso nocturno.
La generación y control del movimiento es un proceso complejo que depende de un sistema que incluye el cerebro, la médula espinal y los nervios periféricos. Cuando hay daño en estas vías, se altera la modulación de la contracción muscular y se produce co-contracción, es decir, la activación simultánea de músculos agonistas y antagonistas que dificulta la realización de movimientos voluntarios.
Distinción entre espasticidad y rigidez
Tanto la espasticidad como la rigidez se consideran estados de hipertonía, pero difieren en su origen, presentación clínica y patrones de activación muscular. La rigidez suele asociarse con alteraciones de los ganglios basales y se ve con frecuencia en enfermedades como la enfermedad de Parkinson. Los ganglios basales participan en la coordinación de movimientos y el control de la actividad muscular.
La rigidez se caracteriza por un aumento del tono que afecta a todos los músculos que rodean una articulación de manera relativamente uniforme a lo largo de todo el rango de movimiento, sin variar de forma marcada con cambios en la velocidad o en el inicio del movimiento. En cambio, la espasticidad suele ser dependiente de la velocidad: movimientos más rápidos pueden desencadenar contracciones involuntarias o “tomas” de los músculos afectados, y el tono puede fluctuar entre regiones. la espasticidad implica a menudo una disfunción de la regulación entre músculos agonistas y antagonistas, lo que puede dar lugar a patrones de contracción descoordinados durante el movimiento voluntario.
Complicaciones posibles
Las consecuencias de la espasticidad varían según la gravedad y la duración, y pueden afectar de forma significativa la funcionalidad diaria y la calidad de vida. En estados moderados o graves, la espasticidad interfiere con las actividades cotidianas, provoca dolor y dificulta la higiene personal y el cuidado básico. Esto puede aumentar el riesgo de complicaciones médicas secundarias, como úlceras por presión, infecciones y complicaciones sistémicas cuando la movilidad está gravemente limitada.
- Contracturas y deformidades: la rigidez sostenida puede inmovilizar articulaciones y deformar estructuras musculoesqueléticas.
- Fracturas y dislocaciones: la debilidad o la imposibilidad de mover con normalidad las extremidades puede favorecer lesiones óseas en situaciones de tropiezo o caídas.
- Infecciones del tracto urinario y estreñimiento crónico: la limitación de la movilidad y cambios en la gestión de la micción pueden contribuir a complicaciones digestivas y urinarias.
Posibles causas
La espasticidad surge como resultado de daño a las vías nerviosas que controlan el movimiento y los reflejos de estiramiento en el sistema nervioso central. Este daño puede ser el resultado de una variedad de condiciones neurológicas y traumáticas. Entre las causas más comunes se encuentran:
- Lesión medular: daño a la médula espinal puede alterar las señales que regulan el tono y la contracción muscular por debajo del nivel de la lesión.
- Esclerosis múltiple (EM): desmielinización y daño en el sistema nervioso central que afecta la transmisión de señales nerviosas.
- Parálisis cerebral: alteraciones en el desarrollo del sistema motor debido a lesiones cerebrales ocurridas antes, durante o poco después del nacimiento.
- Accidente cerebrovascular (ACV) o lesión cerebral: daño cerebral reciente o antiguo que afecta los programas de movimiento.
- Traumatismo craneoencefálico: lesiones en el cerebro que pueden provocar alteraciones de la movilidad.
- Esclerosis lateral amiotrófica (ELA) u otras enfermedades neurodegenerativas: afectación progresiva de las vías motoras.
- Paraplejía hereditaria espástica y otras atrofias hereditarias
- Adrenoleucodistrofia (ALD) y otras afecciones metabólicas que dañan el sistema nervioso
- Fenilcetonuria y Krabbe disease: desórdenes metabólicos que pueden conllevar espasticidad en ciertos casos.
Cuidados y tratamiento
El manejo de la espasticidad suele requerir un enfoque multidisciplinario y, en muchos casos, se utiliza una combinación de tratamientos para reducir el tono, aliviar el dolor, mejorar la movilidad y facilitar las actividades diarias. Aunque no existe una cura, el objetivo es disminuir la espasticidad, mejorar la función y la comodidad, y potenciar la participación en la rehabilitación y en la vida cotidiana. El equipo de atención puede incluir neurólogos, especialistas en rehabilitación, terapeutas y cirujanos, entre otros.
Enfoque no quirúrgico
Las intervenciones no quirúrgicas se enfocan en la reducción del tono, la mejora de la movilidad y el acompañamiento funcional. Estas terapias suelen combinarse para obtener mejores resultados y pueden adaptarse a las necesidades de cada persona.
- Terapia física: el fisioterapeuta diseña programas de estiramientos y fortalecimiento de las extremidades inferiores, así como entrenamiento de la movilidad, transferencias (traslado desde la cama a la silla, por ejemplo), de pie y de marcha. La meta es preservar o aumentar el rango de movimiento, reducir contracturas y mejorar la capacidad de desplazarse y realizar actividades funcionales.
- Terapia ocupacional: centrada en la extremidad superior y en la realización de actividades de la vida diaria (afeitarse, vestirse, higiene, cocinar). Incluye estiramientos, fortalecimiento y entrenamiento para realizar tareas de autocuidado y manejo de objetos cotidianos con mayor eficiencia y seguridad.
- Terapia del habla y deglución: si la espasticidad afecta los músculos de la cara, la boca y la garganta, un foniatra o terapeuta del habla puede ayudar a mejorar la articulación, la comunicación y la deglución, reduciendo complicaciones de la comunicación y el riesgo de aspiración.
- Inmovilización temporal y soporte funcional: el uso de yesos, férulas o dispositivos de inmovilización puede ayudar a estirar de forma sostenida los músculos con espasticidad para mejorar la amplitud de movimiento y facilitar la función.
- Dispositivos de asistencia: una amplia gama de ayudas puede facilitar el desplazamiento, la comunicación y la realización de tareas diarias, como andadores, sillas de ruedas, cubiertas para puños, entre otros, ajustados a las necesidades individuales para incrementar la seguridad y la autonomía.
Además de estas terapias, los profesionales suelen indicar tratamientos farmacológicos orales cuando la espasticidad repercute en la vida diaria o en el sueño, buscando minimizar efectos secundarios como somnolencia o debilidad. Los fármacos orales más usados en este contexto incluyen:
- Baclofeno (un agonista GABAB): reduce la excitación de las motoneuronas, disminuyendo el tono muscular y los espasmos.
- Tizanidina (agonista α2-adrenergico): actúa como relajante muscular, con efectos útiles en la espasticidad generalizada, pero puede provocar hipotensión o somnolencia.
- Dantroleno (sodio dantroleno): actúa directamente en la fibra muscular para disminuir la contractilidad; puede asociarse a debilidad general y efectos hepáticos en ciertos casos.
- Diazepam y Clonazepam (benzodiacepinas): reducen la excitabilidad del sistema nervioso central y pueden disminuir la espasticidad, aunque pueden provocar somnolencia y otros efectos sedantes.
- Gabapentin (Neurontin): anticonvulsivo que puede ayudar en algunos casos de dolor neuropático asociado y en la reducción del tono en ciertos pacientes.
Los fármacos orales suelen emplearse en combinación con otras terapias y se ajustan según la gravedad de la espasticidad, la función deseada y la tolerancia a los efectos secundarios. Es fundamental la supervisión médica para adaptar dosis, monitorizar efectos y evitar interacciones con otros tratamientos o condiciones médicas.
Terapia con toxina botulínica (Botox)
La inyección localizada de toxina botulínica en músculos espásticos puede ser muy eficaz para disminuir el tono en grupos musculares específicos que presentan mayor rigidez o espasticidad. La toxina se administra en sitios seleccionados de forma cuidadosa para relajar los músculos problemáticos, lo que puede mejorar la comodidad, la postura y la función.
El inicio del efecto suele ocurrir entre 7 y 10 días después de la inyección y la duración típica es de aproximadamente tres meses. Esta terapia es especialmente útil cuando la espasticidad afecta a un número limitado de grupos musculares y puede emplearse junto con otras modalidades terapéuticas para optimizar la función global.
Tratamientos quirúrgicos
Las intervenciones quirúrgicas se reservan para casos más severeos o cuando las opciones conservadoras no han logrado los objetivos funcionales. Las decisiones respecto a la cirugía se toman en un marco individualizado, considerando la localización de la espasticidad, la ganancia funcional esperada y los riesgos asociados.
- Terapia de baclofeno intratecal (ITB): se implanta un pequeño dispositivo en la región abdominal que administra baclofeno directamente al líquido cefalorraquídeo a través de un catéter conectado a una bomba. Esta vía permite una reducción significativa de la espasticidad y del dolor con menores efectos sedantes en comparación con la administración oral, y puede ser especialmente ventajosa para espasticidad severa disseminada o que no responde adecuadamente a fármacos orales.
- Rizotomía dorsal selectiva (RDS o SDR): procedimiento que consiste en identificar y cortar selectivamente raíces nerviosas en la médula que envían señales hiperactivas a músculos específicos. Esta intervención se considera para espasticidad severa que afecta principalmente a las piernas. El objetivo es restablecer un equilibrio de la señal eléctrica hacia la médula espinal y reducir la rigidez manteniendo otras funciones. Aunque es más común en personas con parálisis cerebral, su uso se evalúa con prudencia en cada caso.
- Cirugía ortopédica: intervenciones enfocadas en las consecuencias musculoesqueléticas de la espasticidad, como elongación de tendones o transferencias tendinosas. Estas técnicas buscan mejorar la alineación de las articulaciones, la movilidad y la capacidad para realizar actividades diarias, especialmente cuando la contractura crónica o la deformidad limitan la función.
La toma de decisiones sobre estas opciones debe involucrar al equipo de atención y al paciente/familia, sopesando beneficios esperados, riesgos, preferencias y la capacidad de mantener o mejorar la calidad de vida. En algunos casos, una combinación de enfoques no quirúrgicos y quirúrgicos puede ser la estrategia más adecuada para lograr metas funcionales realistas.
Cuándo consultar al profesional de la salud
Es vital buscar atención médica ante la aparición de espasticidad por primera vez si no hay una causa conocida, ya que podría indicar daño en estructuras cerebrales o de la médula espinal. se debe consultar si la espasticidad existente se agrava, se vuelve más frecuente o interfiere significativamente con las tareas diarias, el sueño o la seguridad.
- Buscar evaluación inicial ante espasticidad nueva o inesperada: el médico debe investigar posibles daños en el cerebro o la médula espinal y orientar sobre diagnóstico y manejo adecuado.
- Consultar ante empeoramiento o incremento de la frecuencia: si los episodios de rigidez o espasmos se vuelven más intensos o más habituales, puede ser necesario ajustar tratamiento o considerar terapias adicionales.
- Solicitar orientación cuando la espasticidad afecte la capacidad para realizar actividades cotidianas: si la independencia en las actividades diarias se ve comprometida o existe dolor persistente, es necesario revisar el plan de rehabilitación y manejo.
El manejo de la espasticidad es un proceso dinámico que requiere revisión periódica para adaptar las metas terapéuticas a la evolución de la condición, el entorno del paciente y sus prioridades. La participación activa del paciente y de su familia en la planificación y seguimiento facilita la adherencia al plan de tratamiento y la detección temprana de efectos adversos o de cambios en la función.
Vídeo sobre Espasticidad: qué es, causas, síntomas y tratamiento
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